
No sé qué me impulsó a no acercarme, imagino fue la timidez, pero a qué. No deseo contestar esa pregunta ahora, no es el motivo del post. Utilicé mi coraza, me dije que no era importante. Fue entonces que me entraron unas ganas terribles de orinar, lo digo así porque así fue. Y fui, sin percatarme que Bruno Ascenzo también se dirigía hacia el baño.
Este es un chisme cualquiera, es eso. Suena feo pero lo es. No hay manera de probar que es verdad lo que digo, ni tampoco que es mentira. Bruno estaba en el tercer urinario, haciendo lo suyo. Yo, siguiendo las reglas de los urinarios (hay bastantes reglas) por lo menos tenía que dejar como espacio un urinario, dejé dos.
Hice lo mío. Fue entonces que pensé en entrevistarlo, pero ¿ahí? ¿en el baño? Me volví a decir, no es tan importante. Bruno termina, sacude lo usual, y se va. Eso es todo. ¿Dónde está el problema? ¿Qué faltó? Por supuesto, la lavada de manos. No lo hizo. Salí, después de lavarme las manos, y me puse frente al grupo de actores que hacían cola para entrar a la sala de proyección. Pensaba si debía o no acercarme. Es entonces que él me mira, observa mi cámara fotográfica colgada en mi hombro, luego mira hacia arriba y lanza una lisura en susurro. Después vuelve a mirarme.
No entendí las miradas, tampoco la lisura en el aire. Mucho menos la temible canchita que se lleva a la boca con esa mano.
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