lunes, noviembre 20, 2006

Esta suciedad (un detestable chisme farandulero)

La timidez es mi peor defecto. He logrado crear ciertas corazas que disimulan este problema, resolviéndolo o, por el contrario, empeorándolo. Una de mis últimas comisiones fue ir a un avant premier de una película de Almodovar. Por supuesto no podía quedarme, sólo entrevistar a los artistas que por ahí caían, que serían los chicos de Esta Sociedad.

No sé qué me impulsó a no acercarme, imagino fue la timidez, pero a qué. No deseo contestar esa pregunta ahora, no es el motivo del post. Utilicé mi coraza, me dije que no era importante. Fue entonces que me entraron unas ganas terribles de orinar, lo digo así porque así fue. Y fui, sin percatarme que Bruno Ascenzo también se dirigía hacia el baño.


Este es un chisme cualquiera, es eso. Suena feo pero lo es. No hay manera de probar que es verdad lo que digo, ni tampoco que es mentira. Bruno estaba en el tercer urinario, haciendo lo suyo. Yo, siguiendo las reglas de los urinarios (hay bastantes reglas) por lo menos tenía que dejar como espacio un urinario, dejé dos.

Hice lo mío. Fue entonces que pensé en entrevistarlo, pero ¿ahí? ¿en el baño? Me volví a decir, no es tan importante. Bruno termina, sacude lo usual, y se va. Eso es todo. ¿Dónde está el problema? ¿Qué faltó? Por supuesto, la lavada de manos. No lo hizo. Salí, después de lavarme las manos, y me puse frente al grupo de actores que hacían cola para entrar a la sala de proyección. Pensaba si debía o no acercarme. Es entonces que él me mira, observa mi cámara fotográfica colgada en mi hombro, luego mira hacia arriba y lanza una lisura en susurro. Después vuelve a mirarme.

No entendí las miradas, tampoco la lisura en el aire. Mucho menos la temible canchita que se lleva a la boca con esa mano.

Lo que sé de Laura (Hablé con ella)

Pues nada o no mucho. Sólo que la intención primera de este post no era el de comentar sobre la llamada que le hice hoy, no, sino de comparar el parecido que tiene con otro personaje de la maldita farándula.

Pero hoy conversé con ella por teléfono. Antes, sólo podía pensar en detestarla, nunca me cayó bien, siempre odié su programa (aún lo odio), imaginé que alguna vez le gritaría lo perversa que es con la miseria humana, cómo lucró con la pobreza y desesperación de los demás.

Pero hoy conversé con ella, vía fono, y nada de eso ocurrió. Por el contrario, una voz dulce, un hola mi amor, qué gusto de escucharte. Las facilidades de la información, los modales, la disposición. Todo me empujaba a escucharla y tratarla con respeto, y eso hice.

Fue una conversación cordial, acaso dos tías tomando té. Atrás quedó el odio, necesitaba de la información, nadie más la tenía, nadie la había visto votar, ningún medio. Ella me lo contó todo, hasta me ofreció fotos, y una primicia. Qué más podía desear, si ése día había llegado tarde al trabajo y la jefa andaba jodiendo. Pero qué se hace, pensé. Un mucho gusto mi amor fue la despedida y ya me animaba. Un espero que ayude la información y me convencía. Hasta que, de algún lado que no logró encontrar, salió un cordial y cariñoso: oye, muchas gracias por todo, un abrazo y cuidate.

El odio es, pues, algo terriblemente complejo y ajeno.